El puerto de la ciudad chipriota de Lárnaca aloja a un nuevo inquilino desde hace tres semanas: un barco rojo de enormes proporciones estibado con 200 toneladas de alimentos. Es el Open Arms, el buque insignia de la ONG española del mismo nombre, y su preciada carga es la comida que esta y otra organización —World Central Kitchen, del reconocido chef José Andrés— se han propuesto transportar hacia el norte de Gaza. Allí quedan aún unos 300.000 palestinos después de que Israel bombardease el enclave y obligara a la población a desplazarse hacia el sur, en el inicio de su represalia contra los ataques de Hamás del pasado 7 de octubre. Chipre es el país comunitario más próximo a la Franja: al Open Arms solo le separan 210 millas náuticas (unos 380 kilómetros) de su destino. Pero de momento la tripulación solo puede esperar, porque las autoridades israelíes no han dado permiso para acercarse y desembarcar los víveres.

La apertura de un acceso marítimo hasta Gaza es la última vía de ayuda que la Unión Europea quiere impulsar para hacer llegar ayuda a la Franja después de cinco meses de guerra y bloqueo por parte de Israel que han dejado a la población al borde de la hambruna: medio millón de personas está en riesgo de morir de inanición y casi un 16% de los menores de edad padece desnutrición aguda, según la ONU. Para tratar de desbloquearla, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajará a Chipre el próximo viernes con la intención de visitar las infraestructuras relacionadas con algunas fases de un plan para habilitar un corredor humanitario por mar.

La idea no es nueva. Poco después del inicio de los ataques israelíes contra el enclave mediterráneo, que ya suman más 30.000 muertos, el Gobierno chipriota ya planteó una estrategia, conocida como Plan Amalthea, que fue presentada el pasado 20 de diciembre en el puerto de Lárnaca por el ministro de Exteriores del país insular, Constantinos Kombos, y su homólogo israelí de entonces, Eli Cohen.

En su discurso, Kombos describió un centro logístico para el suministro seguro de un flujo sostenido de ayuda humanitaria de gran volumen a los civiles de Gaza, a través de un corredor marítimo unidireccional. “El objetivo es que la ayuda humanitaria se recoja, almacene, asegure e inspeccione rigurosamente antes de cargarla en un buque; todo ello, aquí en Chipre, y el propósito es complementar y ampliar las rutas actuales” afirmó entonces.

Tres meses después de aquel anuncio, no existe corredor alguno y la idea quedó en el olvido hasta el anuncio de la visita de Von der Leyen. Aparentemente. Porque ante ese silencio administrativo, Open Arms y World Central Kitchen se propusieron negociar con Israel para abrir la ruta definitivamente. “Nuestro interlocutor es Cogat [Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios de Israel]”, cuenta por teléfono Óscar Camps, fundador de Open Arms, dedicada al salvamento de migrantes en el Mediterráneo. “José Andrés tiene muy buenos contactos, lleva dos meses viajando y negociando en Israel, Jordania, Egipto… Con eso y con nuestra parte técnica, podemos preparar una flota que genere un desembarco dinámico y continuo en cualquier parte de la costa norte. Como el desembarco de Normandía, pero de comida”, ejemplifica.

Mientras, el Gobierno de Chipre hacía sus propias gestiones. El Plan Amalthea se probó por primera vez las pasadas Navidades con un envío de 90 toneladas de ayuda en el que colaboró el Reino Unido, pero no hasta las costas de Gaza, sino a Puerto Said, en Egipto, desde donde el cargamento fue transportado en camión a Rafah. Un portavoz del Ministerio de Exteriores chipriota asegura por teléfono que, con esa prueba piloto, el plan y sus elementos —almacenamiento, sistemas de control, equipo…— quedaron revisados y aprobados por todos los interesados, incluido el Gobierno de Israel. “Hemos demostrado que [el plan] es práctico, está listo y siempre que la situación de seguridad lo permita, es un mecanismo de apoyo a cualquier otro”, afirma.

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El portavoz ha explicado que si aún no se ha puesto en marcha es porque aún falta un factor crucial: la seguridad. “Más que un alto el fuego, es necesario un entorno de seguridad más amplio. Pero tenemos que estar preparados porque a medio o largo plazo habrá que abordar las necesidades de reconstrucción” de la Franja, señala.

Las dificultades de la vía marítima

Una de las dificultades hasta ahora es cubrir la última milla marítima para entregar la ayuda en la costa, ya que Israel no quiere que nada ni nadie se aproxime. “Hay que dar un plan a Israel con el que vea que no tenemos demasiado contacto con los gazatíes”, explica Camps. Este asegura que han presentado un proyecto técnico con distintas alternativas, salvando la pega de esa última milla. “En los últimos metros puedes lanzar la comida a unas plataformas que lleguen a las playas, y allí la organización de José Andrés, que está compuesta por palestinos, ya se ocuparía del control y del reparto”, añade.

El siguiente problema es que se ignora si el puerto está operativo, al menos parcialmente, o si los bombardeos han acabado con él. El pasado 20 de febrero, el periódico Middle East Eye compartió un vídeo que lo mostraba prácticamente reducido a escombros. Según Camps, el proyecto presentado al Cogat también salva este obstáculo.

Así, este corredor servirá para garantizar una entrada “constante, continua y escalable” con diferentes lugares de entrega, insiste Camps, con el objetivo de que el flujo de barcos y de carga pueda incrementarse según las necesidades, y que pueda ser empleado por otras organizaciones humanitarias o cualquier actor en disposición de enviar ayuda.

El tercer obstáculo es la manera de abordar las inspecciones de seguridad. Israel no quiere que se pueda introducir en Gaza ningún objeto o producto que pueda ser útil a Hamás, la milicia islamista que gobierna en la Franja y que es responsable de los atentados terroristas que iniciaron este conflicto. Existe toda una lista de artículos “de doble uso” que Israel considera que podrían ser empleados con fines militares. En el caso del plan diseñado por Chipre, ya cuentan con el beneplácito israelí: “Israel ha inspeccionado nuestro sistema de control y lo ha considerado conforme a sus normas. Mantenemos muy buenas relaciones bilaterales, así que estaríamos abiertos a tener también, si fuera necesario, personal adicional que se uniera a nuestros equipos de inspección”, manifiesta el portavoz chipriota.

De conseguir tal propósito, esta sería la primera vía marítima abierta desde 2007, cuando Hamás tomó el poder e Israel sometió a la Franja a un bloqueo que dura hasta hoy. El control de las aguas territoriales de Gaza, al igual que su espacio aéreo y fronteras terrestres, está bajo control de Israel desde los años noventa, cuando este país y la Organización por la Liberación Palestina firmaron los acuerdos de Oslo.

La Franja tiene algo más de 50 kilómetros de costa que lindan con Egipto por el sur e Israel por el norte, donde una valla de 400 metros de largo se adentra en el agua para separar las dos costas. Los gazatíes disponen de un espacio de entre 6 y 15 millas náuticas para pescar. A partir de ahí, el acceso está prohibido. Nadie entra y nadie sale sin permiso israelí, y eso es precisamente lo que falta para poder socorrer a cientos de miles de palestinos cuyas vidas ya penden de un hilo.

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