Con el mundo atravesado de conflictos y turbulencias, que se apilan una sobre otra, la cumbre entre la Unión Europea y China, que tiene previsto arrancar este jueves en Pekín, se presenta sin embargo como una reunión de escasa pegada geopolítica y ambición económica reducida, casi un mero trámite para las partes. Bruselas acude al encuentro con un listado de agravios comerciales y con la repetida insistencia de que el gigante asiático ejerza influencia sobre Rusia para poner fin a la guerra de Ucrania. Para Pekín, cuyo motor de crecimiento no termina de arrancar tras la pandemia, resulta clave mantener buenas relaciones con uno de sus principales destinos de exportación.

A Pekín y Bruselas les vale casi con que haya buenas palabras y disposición de diálogo: cualquier resultado de esta cumbre, la primera presencial desde la emergencia sanitaria, será con toda probabilidad mejor que el encuentro del 2022. Entonces, la invasión ilegal orquestada por Moscú tomó el centro del escenario y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, definió la reunión como “un diálogo de sordos” en el que no lograron ponerse de acuerdo “en nada”. Los líderes europeos, capitaneados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, Charles Michel, acompañados por el alto representante Josep Borrell, tienen previsto un encuentro con el mandatario chino Xi Jinping y otro con el primer ministro, Li Qiang, todo en el mismo día.

Bien arriba en la agenda europea se encuentra el desequilibrio en la balanza comercial, que se ha duplicado en dos años, hasta cerrar 2022 con casi 400.000 millones de déficit frente a la potencia asiática. Para Bruselas, enfrascada en una política de reducción de riesgos desde la era del coronavirus y el estallido de la guerra en Ucrania, esta brecha se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza. Von der Leyen arrancó el curso político, el último de este mandato que expira en 2024, con el anuncio en septiembre de una investigación de los supuestos subsidios de China a la industria del coche eléctrico. El Gobierno de la República Popular, que lleva años mimando el sector, consideró la medida “puro proteccionismo”.

Bruselas cree que las causas del desnivel tienen mucho que ver con “la falta de acceso de las compañías europeas al mercado chino, con subsidios ocultos, con asuntos de protección de la propiedad intelectual, pero también con la sobrecapacidad” de la industria china, apunta una fuente de la UE. A lo que se suma la decisión de varios países —Estados Unidos, Japón, India, Corea del Sur— de cerrarse de forma creciente a campos en los que China cuenta con ese exceso productivo (por ejemplo los vinculados a la transición energética, como los paneles solares, las turbinas eólicas y las bombas de calor) y una demanda interna átona tras la covid que no despega en el gigante asiático. La unión de elementos genera una presión creciente sobre un “mercado abierto” como el comunitario y podría poner a la UE en una situación “extremadamente complicada”, según la citada fuente. Von der Leyen tiene previsto detenerse sobre este asunto.

Bruselas cree que hay margen para que China se ocupe de esa sobrecapacidad incrementando la demanda interna, reduciendo objetivos de producción o disminuyendo los subsidios, dando mayor acceso a su mercado—. De lo contrario, el Ejecutivo comunitario podría “verse obligado a usar herramientas más defensivas” que le “gustaría evitar”, añade.

Rusia y Ucrania

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Un gran tema estratégico sobre la mesa, que marcará la cumbre como ha marcado las relaciones de la Unión con el gigante asiático, es la relación con Rusia y su papel y postura hacia guerra en Ucrania. Pekín no ha roto en absoluto relaciones con Moscú y la UE reclama que tome medidas serias para evitar las exportaciones de sus productos de doble uso (aquellos bienes de uso civil que pueden tener un uso militar). Si no hay un compromiso sobre ello, el club comunitario abre la puerta a sancionar a las compañías chinas responsables de esa exportación. De momento, hay una decena en lista de espera para entrar en la lista de sancionadas, según fuentes comunitarias, en espera de la respuesta de Pekín. Hasta ahora, la UE ha aceptado la promesa de China de que se ocupará de sus propias empresas para evitar esas exportaciones. Y esa es la “opción preferida”, señala una alta fuente de Bruselas.

La cuestión geopolítica y la experiencia traumática de la Unión de su relación con Rusia lleva a la gran nueva definición de la estrategia de la Unión con China: “Derisking” pero no “decoupling”. Es decir, reducir los riesgos y las vulnerabilidades de la relación —en elementos como las materias primas esenciales, de las que en innumerables ocasiones es Pekín el único o el mayoritario exportador a la UE— pero sin llegar a desengancharse o a desvincularse como sí se ha hecho con Rusia, que suministraba a la Unión hidrocarburos de los que se había convertido en enormemente dependiente.

China ha mostrado un perfil dialogante ante la cumbre. En un gesto de apertura, desde la semana pasada permite la entrada sin visado de empresarios y turistas de cinco países comunitarios (Francia, Alemania, Países Bajos, Italia y España), un movimiento valorado como “positivo” por parte de la Cámara de Comercio de la UE en China. Durante un encuentro el lunes con diplomáticos de la UE y de países comunitarios, el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, aseguró que “la relación bilateral entre China y la UE ha mostrado un buen impulso de recuperación y un progreso constante”. Y reclamó “esfuerzos conjuntos” para garantizar “el éxito” de la cita “e impulsar las relaciones China-UE a un nuevo nivel”, según recogió la agencia oficial Xinhua.

La cumbre llega tras el encuentro entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo chino en noviembre en San Francisco, que ha sido interpretado en Pekín como un signo de estabilización en unas relaciones que estaban en mínimos. Ese ambiente impregna el encuentro. El diario Global Times, el ala dura de la prensa estatal, ha reclamado sin embargo este miércoles a Bruselas que abandone el posicionamiento de China como “un socio, un competidor y un rival sistémico”. Esta política, critica, “es caótica, vaga y altamente inestable”, ha provocado “confusión entre muchos europeos” y conducido “a una pérdida de rumbo en su forma de entender China”.

Alicia García Herrero, economista jefa para Asia-Pacífico en el banco de inversión Natixis e investigadora de Bruegel, cree que, tras la entente con Estados Unidos, China se siente “cómoda”. “Ha ganado tiempo”, y buscará pasar el trámite con la UE a la espera de lo que pueda pasar el año que viene en las elecciones europeas. “Va a ser un desastre”, aventuraba sobre la cumbre, durante una entrevista la semana pasada en Pekín. Acudía de visita por primera vez después de cuatro años. El Gobierno chino “no va a abrir ningún sector” y tampoco va a haber “ningún gran anuncio”, dijo.

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